la autosuficiencia y orgullo humanos desembocan siempre en el fracaso cuando pierde de vista a Dios y su Palabra
Quienes se consideran librepensadores están llegando a un consenso común de
opinión: se ufanan al decir que la Biblia y el cristianismo han pasado de moda. En el
siglo XX la modernidad, y ahora en el siglo XXI la post-modernidad, creen tener razones
suficientes para introducir en el idioma de cada pueblo el sonado término de
“postcristiano”. Nuestro actual siglo cree que toda la fuerza del pensamiento debe ahora
descansar más que nunca en los postulados de la ciencia materialista o las ideas neopaganas especulativas de la Nueva Era de Acuario o gnosticismo reavivado.
Como se puede prever, al considerarse que la Biblia y el cristianismo han sido
superados por el pensamiento científico moderno, este argumento ha dado vía libre al
anti-teísmo y al ateísmo. Estos, tratando de pensarse a sí mismos, y en medio de su
desesperado esfuerzo nos ofrece la siguiente idea: el Dios de la Biblia ya no es necesario;
porque la vida, el universo y la historia pueden explicarse “científicamente”. Por su lado,
el racionalismo igualmente propuso al hombre moderno la siguiente sutileza: “los
últimos tiempos confirman que la idea bíblica y cristiana de un Dios Creador
trascendente y personal, bueno e infinito ha quedado atrás”.
Y desde su propio ángulo, los tecnócratas, absortos ante las maravillas de la “diosa
ciencia” creen también haber despachado al cristianismo y a la Biblia por viejos y
anticuados. El siglo XX, siglo de la física, también hizo creer, en general al hombre, que
puede bastarse a sí mismo de manera perfecta y completa. Cree en su propia
autosuficiencia y en la “omnipotencia” de su razón
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